lunes, 25 de junio de 2007

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martes, 19 de junio de 2007

Cartas a un joven poeta - Rainer María Rilke

Borgeby gard, Fladie (Suecia), 12 de agosto de 1904

Quiero volver a hablarle un momento, querido Señor Kappus, bien que casi nada puedo decir que sea eficaz, siquiera algo útil. Usted ha tenido muchas y grandes tristezas, que han pasado ya. Y dice que también este pasaje fue para usted arduo y destemplado. Por favor, compruebe, más bien, si aquellas grandes tristezas no atravesaron en lo profundo de usted; si no cambiaron en usted muchas cosas; si usted en alguna parte, en cualquier parte de su ser, no se transformó mientras estaba triste. Solamente son peligrosas y malas aquellas tristezas que se llevan a sofocar entre la gente; como las enfermedades que, tratadas de manera superficial y necia, sólo se retiran para declararse, después de breve pausa, más terribles; y que se acumulan dentro, y son vida, son vida no vivida, desdeñada, perdida, por la que se puede morir. Si nos fuese posible ver más allá del término a que alcanza nuestro saber, y aún algo más allá de las avanzadas de nuestros presentimientos, tal vez sobrellevaríamos nuestras tristezas con mayor confianza que nuestras alegrías. Pues aquellos son momentos en que algo nuevo, algo desconocido ha entrado en nosotros; nuestros sentidos enmudecen sobrecogidos de temor; todo en nosotros se retrae; se produce una tregua y lo nuevo, lo que nadie conoce, se yergue en medio y calla.
Creo que casi todas nuestras tristezas son momentos de tensión, que a modo de parálisis experimentamos porque ya no percibimos el vivir de nuestros enajenados sentidos. Porque estamos solos con lo desconocido que ha entrado en nosotros; porque nos han quitado por un instante todo lo familiar y habitual; porque nos hallamos en medio de un tránsito en el que no podemos permanecer. Es por eso que también la tristeza pasa; lo nuevo, lo agregado, ha entrado en nuestro corazón, ha ido a su cámara íntima, y ya tampoco está allí...está ya en la sangre. Y no llegamos a enterarnos de lo que fue. Se nos podría hacer creer fácilmente que no ha acontecido nada, y sin embargo nos hemos transformado como se transforma una casa en la que ha entrado un húesped. No podemos decir quién ha venido; quizá no lo sepamos nunca; pero por muchos indicios conocemos que lo futuro ha entrado de esa manera para transformarse dentro de nosotros mucho antes que acontezca. De ahí que sea tan importante estar solitario y atento cuando se está triste: porque el instante aparentemente en blanco, inmóvil, en que nos penetra nuestro futuro, se encuentra mucho más cerca de la vida que aquel otro momento ruidoso y casual en que él nos acontece como desde fuera. Cuando más serenos, sufridos y francos somos en nuestras tristezas, tanto más profunda y decididamente entra en nosotros lo nuevo, tanto mejor lo asimilamos, tanto más será nuestro destino; y un día, cuando "se realice" (es decir: cuando de nosotros pase a los otros), lo sentiremos en lo íntimo afín y cercano. Y esto es necesario. Es necesario - y a ello tenderá paulatinamente nuestro desarrollo- que nada extraño nos acontezca si no es aquello que nos pertenece desde largo tiempo. Repetidas veces fue preciso rever las nociones sobre el movimiento; también se
aprenderá, poco a poco, que lo que Ilamamos destino sale de los hombres, no que entra en ellos desde fuera. Sólo porque no absorbieron su destino ni la transformación en sí mismos mientras estaba en ellos, es por lo que tantos hombres no reconocieron lo que de ellos salía: les era tan extraño, que en su oscuro espanto pensaban que acababa de entrar en ellos, pues juraban no haber hallado antes, en sí, nada parecido. Así como se estuvo mucho tiempo en engaño sobre el movimiento del sol, se engaña uno todavía sobre el movimiento del porvenir.
Lo futuro está fijo, querido Señor Kappus, pero nosotros nos movemos en el espacio infinito.
¿Cómo no habríamos de tener dificultades?
Y si volvemos a referirnos a la soledad, deviene cada vez más claro que ella, en el fondo, no es nada de lo que se puede tomar o dejar. Somos solitarios. Uno puede acerca de esto ilusionarse y hacer como si no fuera así. Eso es todo. Pero cuánto mejor es reconocer que lo somos; aun más: partir de ahí. Ciertamente, entonces sucederá que experimentaremos vértigo, pues todos los puntos en que nuestros ojos solían descansar, nos son quitados; nada hay ya cercano, y todo lo lejano lo es infinitamente. Quien fuese transportado, casi sin preparación ni transición, desde su cuarto a la cúspide de una gran montaña, sentirá algo parecido; una inseguridad sin igual, un estar a la merced de algo indecible lo anonadará; se imaginará estar cayendo, o se creerá lanzado al espacio o estallado en mil pedazos: ¿qué mentira enorme tendrá que inventar su cerebro para recobrar sus sentidos y serenarlos? Así cambian todas las distancias, todas las medidas para aquel que se vuelve solitario; de estos cambios, muchos acaecen de improviso, y como en el hombre de la montaña, nacen entonces figuraciones extraordinarias y sentimientos extraños que
parecen desarrollarse hasta superar todo lo soportable. Pero es menester que también vivamos esto. Tenemos que aceptar nuestra existencia tan ampliamente como sea posible Todo, aun lo inaudito, debe ser posible en ella. En el fondo, el único valor que se nos exige es: ser animosos ante lo más extraño, prodigioso o inexplicable que pueda acaecernos. Que los hombres hayan sido pusilánimes en este sentido ha hecho infinito daño a la vida; los sucesos
denominados "fenómenos", la totalidad del Ilamado "mundo de lo sobrenatural", la muerte, todas estas cosas que nos son tan afines, han sido tan reprimidas, tan alejadas de la vida por un rechazo cotidiano, que los sentidos con que podíamos aprehenderlas se han atrofiado. De Dios, no hablar. Pero el temor a lo inexplicable no sólo ha hecho más pobre la existencia del individuo; también las relaciones entre un ser humano y otro han sido limitadas por él, y por así decirlo, desviadas del cauce de las infinitas posibilidades hacia un lugar yermo de la orilla, al que nada ocurre. Pues no es únicamente la desidia lo que: hace que las relaciones humanas se repitan de caso en caso indeciblemente monótonas Y no renovadas: es el temor a toda vivencia nueva, imprevisible, a la que uno se considera incapaz de afrontar. Pero sólo quien está apercibido para todo, quien nada excluye, ni aun lo más enigmático, sentirá las relaciones con otro ser como algo vivo, y agotará por sí mismo su propia existencia. Porque si nos figuramos esta existencia del individuo como un aposento, grande o pequeño, se manifiesta entonces; que los más de ellos no conocen sino un rincón de su aposento, un lugar ante la ventana, una franja por van y vienen. Así tienen alguna seguridad. Y sin embargo es mucho más humana aquella inseguridad llena de peligros que impulsa a los cautivos, en las historias de Poe, a palpar las formas de sus terribles mazmorras y a no quedar ajenos al indescriptible espanto de estar en ellas.
Pero nosotros no somos cautivos. En torno nuestro no hay preparadas trampas ni lazos, y nada hay que nos atemorice o atormente. Hemos sido puestos en la vida como en el elemento a que estamos mejor condicionados, y además, por adaptación milenaria, hemos llegado a ser tan parecidos a ella, que si permanecemos inmóviles apenas nos diferenciamos, por un feliz mimetismo, de cuanto nos rodea. No tenemos ningún motivo de recelo contra el mundo, pues no está contra nosotros. Si él tiene espantos, son nuestros espantos; si tiene abismos, estos abismos nos pertenecen; si hay en él peligros, debemos procurar amarlos. Y si organizamos nuestra vida con arreglo al principio que nos aconseja atenernos siempre a lo difícil, entonces aquello que todavía nos parece lo más extraño nos resultará lo más familiar y fiel.
¿Cómo podríamos olvidar los viejos mitos vigentes en el origen de todos los pueblos; los mitos de aquellos dragones que en el momento culminante se tornan princesas? Todos los dragones de nuestra vida tal vez sean princesas que sólo esperan vernos un día, hermosos y atrevidos. Tal vez todo lo terrible no sea, en rigor, sino lo inerme, lo que requiere nuestra ayuda.
Así, querido señor Kappus, no debe alarmarse cuando una tristeza se eleve ante usted, tan grande como nunca haya visto; cuando una turbación pase como luz o sombra de nubes sobre sus manos y sobre todo su hacer. Debe pensar que algo en usted se verifica, que la vida no lo ha olvidado Y que lo tiene en la mano; ella no lo dejara caer. ¿Por que excluir de su vida una inquietud, un dolor, una melancolía, puesto que no sabe cómo trabajan en usted esos estados de ánimo? Por qué acosarse con la pregunta: ¿de dónde puede provenir todo eso y a dónde quiere ir? Pues usted bien sabe que se encuentra en evolución y que nada deseaba tanto como transformarse. Si alguno de sus procesos es enfermizo, piense que la enfermedad es el medio por el cual un organismo se libra de lo extraño; es preciso, entonces, ayudarlo a estar enfermo, a tener íntegramente su enfermedad y a hacer que ella irrumpa, pues esto constituye su progreso. En usted, querido señor Kappus ocurren ahora tantas cosas! Debe usted ser sufrido como un enfermo y confiado como un convaleciente; porque quizá sea usted ambas cosas. Más: usted es también el médico que ha de vigilarse. Pero en cada enfermedad hay muchos días en que el médico no puede hacer más que esperar. Y esto es lo que, sobre todo, tiene usted que hacer ahora, en tanto que es su propio médico. No se observe demasiado. No extraiga conclusiones precipitadas de lo que le ocurra; déjelo ocurrir, simplemente. De lo contrario usted Ilegará con demasiada facilidad a considerar con reproches (esto es: en sentido moral) su pasado, el cual, naturalmente, es parte en todo lo que ahora le sobreviene. Aquello de los errores, deseos y anhelos de su mocedad, que actúa en usted, no es, sin embargo, lo que usted recuerda y condena. La insólita situación de una infancia en soledad y desamparo es tan penosa, tan complicada, está a la merced de todas las relaciones reales de la vida, que allí donde entra un vicio no se lo puede Ilamar ligeramente, vicio. Por lo general, hay que ser muy cuidadoso con los nombres; a menudo el nombre de un crimen es el motivo por el cual se rompe una vida; no la acción misma, sin nombre y personal, que acaso fue, de esa vida, una necesidad determinada que pudo haber sido incorporada por ella sin dificultad. Y el consumo de energías le parece grande solo porque usted encarece la victoria; lo que usted cree haber conseguido no es lo grande, si bien tiene razón en su sentir; lo grande es que ya había allí algo que a usted le fue permitido poner en lugar de aquella superchería; algo verdadero y real. Sin esto, su victoria habrá sido una reacción meramente moral, sin mayor significación; pero así ha llegado a ser una parte de su vida. De su vida, querido señor Kappus, por la cual formulo mis mejores votos. ¿Recuerda cuánto esa vida envidió, desde la niñez, a los "grandes"?
Veo cómo ahora ansia partir de los grandes hacia los más grandes. Por eso es que ella no cesa de ser difícil, pero -por lo mismo-tampoco cesará de crecer.
Y si aún tengo que decirle alguna cosa, es ésta: no crea usted que quien trata de confortarlo viva sin fatigas entre las palabras simples y reposadas que a usted a veces lo alivian: su vida está llena de trabajo y tristeza, y queda muy atrás de ellas. Pues si fuese de otra manera, él nunca habría podido hallarlas.


Su

Rainer María Rilke







sábado, 9 de junio de 2007

viernes, 1 de junio de 2007

La destrucción y la génesis del universo (nazareno chávez)

foto de Noise Zoom en Flickr


Y se desmoronó todo lo que por el aire transitaba.
La luna que tan fiel se alzaba por la inmensidad del oscuro cielo se fragmentó en lágrimas que hoy corren por las mejillas del universo.

Miles de ojos hacen efecto en el espacio y las intimidadas estrellas, una a una pierden su alma.

Todo es un descontrol silencioso.
Todo ahora es lo que nunca nadie pensó que sería.

La humanidad era demasiado frágil como para resistir a tan caótico y espectacular suceso.

La muerte camina de la mano con la vida y todo parece estar en calma...

Esperando así el impacto que volverá todo a la normalidad...

Quizás un día (María Pía Zarauza)

Quizás un día no encuentre la noche, la mañana será mi vida.
Altazor morirás. Se secará tu voz y los pájaros no cantarán.
En el oasis nada encontrarás, sólo una noche que no se deja mirar.
Como los fantasmas y las fantasías, no habrá ilusión, hallarás su despertar.
Como los ojos penetrantes de la luna.
Como la melancolía del mar.
Como el último abismo del silencio.
Como el barco que se hunde apagando sus luces.
Todo se acabó, pronto querrá comenzar.
La muerte se abrazará al cielo
como los animales crearon sus manadas
las manadas
las manadadas
las manalterradas
no encontrarán dónde ir, aparecerán en un nuevo horizonte.
Habrá más días con noches de más.



Non Serviam (Vicente Huidobro)

Y he aquí que una buena mañana, después de una noche de preciosos sueños y delicadas pesadillas, el poeta se levanta y grita a la madre Natura: Non serviam.

Con toda la fuerza de sus pulmones, un eco traductor y optimista repite en las lejanías:«No te serviré».

La madre Natura iba ya a fulminar al joven poeta rebelde, cuando éste, quitándose el sombrero y haciendo un gracioso gesto, exclamó: «Eres una viejecita encantadora».

Ese non serviam quedó grabado en una mañana de la historia del mundo. No era un grito caprichoso, no era un acto de rebeldía superficial. Era el resultado de toda una evolución, la suma de múltiples experiencias.

El poeta, en plena conciencia de su pasado y de su futuro, lanzaba al mundo la declaración de su independencia frente a la Naturaleza.

Ya no quiere servirla más en calidad de esclavo.

El poeta dice a sus hermanos: «Hasta ahora no hemos hecho otra cosa que imitar al mundo en sus aspectos, no hemos creado nada. ¿Qué ha salido de nosotros que no estuviera antes parado ante nosotros, rodeando nuestros ojos, desafiando nuestros pies o nuestras manos?

»Hemos cantado a la Naturaleza (cosa que a ella bien poco le importa). Nunca hemos creado realidades propias, como ella lo hace o lo hizo en tiempos pasados, cuando era joven y llena de impulsos creadores.

»Hemos aceptado, sin mayor reflexión, el hecho de que no puede haber otras realidades que las que nos rodean, y no hemos pensado que nosotros también podemos crear realidades en un mundo nuestro, en un mundo que espera su fauna y su flora propias. Flora y fauna que sólo el poeta puede crear, por ese don especial que le dio la misma madre Naturaleza a él y únicamente a él».

Non serviam. No he de ser tu esclavo, madre Natura; seré tu amo. Te servirás de mí; está bien. No quiero y no puedo evitarlo; pero yo también me serviré de ti. Yo tendré mis árboles que no serán como los tuyos, tendré mis montañas, tendré mis ríos y mis mares, tendré mi cielo y mis estrellas.

Y ya no podrás decirme: «Ese árbol está mal, no me gusta ese cielo.... los míos son mejores».

Yo te responderé que mis cielos y mis árboles son los míos y no los tuyos y que no tienen por qué parecerse. Ya no podrás aplastar a nadie con tus pretensiones exageradas de vieja chocha y regalona. Ya nos escapamos de tu trampa.

Adiós, viejecita encantadora; adiós, madre y madrastra, no reniego ni te maldigo por los años de esclavitud a tu servicio. Ellos fueron la más preciosa enseñanza. Lo único que deseo es no olvidar nunca tus lecciones, pero ya tengo edad para andar solo por estos mundos. Por los tuyos y por los míos.

Una nueva era comienza. Al abrir sus puertas de jaspe, hinco una rodilla en tierra y te saludo muy respetuosamente.

Vicente Huidobro es el poeta de este nuevo encuentro.

Sería bastante extenso de contar aquí todo lo que fue surgiendo hoy durante el taller.
Su relación con Neruda y con Pablo de Rokha (a quienes veremos oportunamente), el creacionismo, como movimiento de vanguardia latinoamericano; las anécdotas sentimentales y bélicas.
Para seguir leyendo sobre Vicente, un link interesante

memoria chilena

Canto II de Altazor (Vicente Huidobro)

Mujer el mundo está amueblado por tus ojos
Se hace más alto el cielo en tu presencia
La tierra se prolonga de rosa en rosa
Y el aire se prolonga de paloma en paloma
Al irte dejas una estrella en tu sitio
Dejas caer tus luces como el barco que pasa
Mientras te sigue mi canto embrujado
Como una serpiente fiel y melancólica
y tú vuelves la cabeza detrás de algún astro
¿Qué combate se libra en el espacio?
Esas lanzas de luz entre planetas
reflejo de armaduras despiadadas
¿Qué estrella sanguinaria no quiere ceder el paso?
En dónde estás triste noctámbula
Dadora de infinito
Que pasea en el bosque de los sueños
Heme aquí perdido entre mares desiertos
Solo como la pluma que se cae de un pájaro en la noche
Heme aquí en una torre de frío
Abrigado del recuerdo de tus labios marítimos
Del recuerdo de tus complacencias y de tu cabellera
Luminosa y desatada como los ríos de montaña
¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?
Te pregunto otra vez
El arco de tus cejas tendido para las armas de los ojos
En la ofensiva alada vencedora segura con orgullos de flor
Te hablan por mí las piedras aporreadas
Te hablan por mí las olas de pájaros sin cielo
Te habla por mí el color de los paisajes sin viento
Te habla por mí el rebaño de ovejas taciturnas
Dormido en tu memoria
Te habla por mí el arroyo descubierto
La hierba sobreviviente atada a la aventura
Aventura de luz y sangre de horizonte
Sin más abrigo que una flor que se apaga
Si hay un poco de viento
Las llanuras se pierden bajo tu gracia frágil
Se pierde el mundo bajo tu andar visible
Pues todo es artificio cuando tú te presentas
Con tu luz peligrosa
Inocente armonía sin fatiga ni olvido
Elemento de lágrima que rueda hacia adentro
Construido de miedo altivo y de silencio

Haces dudar al tiempo
Y al cielo con instintos de infinito
Lejos de ti todo es mortal
Lanzas la agonía por la tierra humillada de noches
Sólo lo que piensa en ti tiene sabor a eternidad
He aquí tu estrella que pasa
Con tu respiración de fatigas lejanas
Con tus gestos y tu modo de andar
Con el espacio magnetizado que te saluda
Que nos separa con leguas de noche
Sin embargo te advierto que estamos cosidos
A la misma estrella
Estamos cosidos por la misma música tendida
De uno a otro
Por la misma sombra gigante agitada como árbol
Seamos ese pedazo de cielo
Ese trozo en que pasa la aventura misteriosa
La aventura del planeta que estalla en pétalos de sueño
En vano tratarías de evadirte de mi voz
Y de saltar los muros de mis alabanzas
Estamos cosidos por la misma estrella
Estás atada al ruiseñor de las lunas
Que tiene un ritual sagrado en la garganta.

Qué me importan los signos de la noche
Y la raíz y el eco funerario que tengan en mi pecho
Qué me importa el enigma luminoso
Los emblemas que alumbran el azar
Y esas islas que viajan por el caos sin destino a mis ojos
Qué me importa ese miedo de flor en el vacío
Qué me importa el nombre de la nada
El nombre del desierto infinito
O de la voluntad o del azar que representan
Y si en ese desierto cada estrella es un deseo de oasis
O banderas de presagio y de muerte
Tengo una atmósfera propia en tu aliento
La fabulosa seguridad de tu mirada con sus constelaciones íntimas
Con su propio lenguaje de semilla
Tu frente luminosa como un anillo de Dios
Más firme que todo en la flora del cielo
Sin torbellinos de universo que se encabrita
Como un caballo a causa de su sombra en el aire
Te pregunto otra vez
¿Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos?
Tengo esa voz tuya para toda defensa
Esa voz que sale de ti en latidos de corazón
Esa voz en que cae la eternidad
Y se rompe en pedazos de esferas fosforescentes
¿Qué sería la vida si no hubieras nacido?
Un cometa sin manto muriéndose de frío
Te hallé como una lágrima en un libro olvidado
Con tu nombre sensible desde antes en mi pecho
Tu nombre hecho del ruido de palomas que se vuelan
Traes en ti el recuerdo de otras vidas más altas
De un Dios encontrado en alguna parte
Y al fondo de ti misma recuerdas que eras tú
El pájaro de antaño en la clave del poeta
Sueño en un sueño sumergido
La cabellera que se ata hace el día
La cabellera al desatarse hace la noche
La vida se contempla en el olvido
Sólo viven tus ojos en el mundo
El único sistema planetario sin fatiga
Serena piel anclada en las alturas
Ajena a toda red y estratagema
En su fuerza de luz ensimismada
Detrás de ti la vida siente miedo
Porque eres la profundidad de toda cosa
El mundo deviene majestuoso cuando pasas
Se oyen caer lágrimas del cielo
Y borras en el alma adormecida
La amargura de ser vivo
Se hace liviano el orbe en las espaldas

Mí alegría es oír el ruido del viento en tus cabellos
(Reconozco ese ruido desde lejos)
Cuando las barcas zozobran y el río arrastra troncos de árbol
Eres una lámpara de carne en la tormenta
Con los cabellos a todo viento
Tus cabellos donde el sol va a buscar sus mejores sueños
Mi alegría es mirarte solitaria en el diván del mundo
Como la mano de una princesa soñolienta
Con tus ojos que evocan un piano de olores
Una bebida de paroxismos
Una flor que está dejando de perfumar
Tus ojos hipnotizan la soledad
Como la rueda que sigue girando después de la catástrofe
Mi alegría es mirarte cuando escuchas
Ese rayo de luz que camina hacia el fondo del agua
Y te quedas suspensa largo rato
Tantas estrellas pasadas por el harnero del mar
Nada tiene entonces semejante emoción
Ni un mástil pidiendo viento
Ni un aeroplano ciego palpando el infinito
Ni la paloma demacrada dormida sobre un lamento
Ni el arcoiris con las alas selladas
Más bello que la parábola de un verso
La parábola tendida en puente nocturno de alma a alma
Nacida en todos los sitios donde pongo los ojos
Con la cabeza levantada
Y todo el cabello al viento
Eres más hermosa que el relincho de un potro en la montaña
Que la sirena de un barco que deja escapar toda su alma
Que un faro en la neblina buscando a quien salvar
Eres más hermosa que la golondrina atravesada por el viento
Eres el ruido del mar en verano
Eres el ruido de una calle populosa llena de admiración
Mi gloria está en tus ojos
Vestida del lujo de tus ojos y de su brillo interno
Estoy sentado en el rincón más sensible de tu mirada
Bajo el silencio estático de inmóviles pestañas
Viene saliendo un augurio del fondo de tus ojos
Y un viento de océano ondula tus pupilas
Nada se compara a esa leyenda de semillas que
( deja tu presencia
A esa voz que busca un astro muerto que volver a la vida
Tu voz hace un imperio en el espacio
Y esa mano que se levanta en ti como si fuera a colgar soles en
el aire
Y ese mirar que escribe mundos en el infinito
Y esa cabeza que se dobla para escuchar un murmullo en la
eternidad
Y ese pie que es la fiesta de los caminos encadenados
Y esos párpados donde vienen a vararse las centellas del éter
Y ese beso que hincha la proa de tus labios
Y esa sonrisa como un estandarte al frente de tu vida
Y ese secreto que dirige las mareas de tu pecho
Dormido a la sombra de tus senos

Si tú murieras
Las estrellas a pesar de su lámpara encendida
Perderían el camino
¿Qué sería del universo?

gratitudes (nazareno chávez)



Gracias a la vida y a la muerte que tanto pensar me hacen.
A las miradas (en especial a la de niños, perros y ancianos)

Gracias a la luna por ser fuente interminable de belleza e inspiración.
A la ciudad, por las aventuras que permite disfrutar.

Gracias a la sociedad por su diversidad, gracias a la música por servir de refugio de varios.

Gracias a las ilusiones por hacer más fácil el transitar los caminos creados por el destino. También le agradezco a este último por crear un enigma cada segundo, cada minuto, cada día de mi existencia.

Gracias a los sueños que fueron, que son y que serán.

Gracias a la imaginación por existir.
Gracias a las pequeñas cosas de la vida cotidiana que roban una sonrisa o un instante de atención hacia ellas.

Gracias a las palabras porque generalmente permiten expresar sentimientos y otras cosas.

Gracias a las utopías.

Gracias al cielo y a los árboles.
A las hojas del otoño y el sonido que producen cuando se las pisa.

Gracias locura
cordialidad
visión
ceguera

Gracias a todas y cada una de las cosas
que en algún momento se me cruzaron en el camino.

Eternamente agradecido.

Nazareno.

ángeles invisibles


ángel que no vino

matías y cinthia
y nazareno
y maría pía


y nuestro poeta de hoy: vicente huidobro

nuevo encuentro!