Los metales admiraban como alabando a esa imponente masa de blancas lágrimas danzando por la inmensidad del cielo, como buscando eso inesperado que toda su vida anheló. No importaría como lo conseguiría: lo haría y nada más.
Sin pensarlo robó el aire que mantenía la vida en los pulmones de los individuos locales, sin pensarlo siquiera lo hizo...mi nada más ni nada menos. Una profunda melancolía surgió de la nada, o mejor dicho, del todo. Sintiendo el impacto terrenal, la naturaleza latente echó sus manos a andar; suspicaces e inmóviles. Una mirada bastó para que las montañas temblaran al mismo tiempo que ocurría su fragmentación. Los mortales presentes del inefable espectáculo no podían creerlo, sus mentes no estaban preparadas para aquello.
Se mataron unos a otros con navajas hechas de ilusiones secas y fantasías deshechas, sólo para conseguir una partícula al menos del mundo que destruyeron.
Las nubes enfadadas taparon los sueños de los niños, despiadadamente.
Los pájaros comenzaron a alimentarse de los ojos de los seres, consumiendo su visión y sus recuerdos púrpuras. La confusión atacó donde más dolía mientras que para la desfortuna colectiva, lágrimas de luna caían en sus piernas, en sus brazos, en su rostro y en su alma.
Por último una melodía fuera de lo convencional en río se convirtió. Sonriendo dijo: nunca más.
(Y el ocaso no se hizo esperar)
Sin pensarlo robó el aire que mantenía la vida en los pulmones de los individuos locales, sin pensarlo siquiera lo hizo...mi nada más ni nada menos. Una profunda melancolía surgió de la nada, o mejor dicho, del todo. Sintiendo el impacto terrenal, la naturaleza latente echó sus manos a andar; suspicaces e inmóviles. Una mirada bastó para que las montañas temblaran al mismo tiempo que ocurría su fragmentación. Los mortales presentes del inefable espectáculo no podían creerlo, sus mentes no estaban preparadas para aquello.
Se mataron unos a otros con navajas hechas de ilusiones secas y fantasías deshechas, sólo para conseguir una partícula al menos del mundo que destruyeron.
Las nubes enfadadas taparon los sueños de los niños, despiadadamente.
Los pájaros comenzaron a alimentarse de los ojos de los seres, consumiendo su visión y sus recuerdos púrpuras. La confusión atacó donde más dolía mientras que para la desfortuna colectiva, lágrimas de luna caían en sus piernas, en sus brazos, en su rostro y en su alma.
Por último una melodía fuera de lo convencional en río se convirtió. Sonriendo dijo: nunca más.
(Y el ocaso no se hizo esperar)
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